¿Quién era Cleopatra? ¿Quién era esta reina que sedujo y ablandó dos corazones romanos? ¿Su encanto era real? ¿Era realmente tan hermosa como dicen las fuentes y nos hacen creer los artistas? ¿Es verdad que es una de las mujeres más carismáticas y obstinadas de la Antigüedad? ¿Era una pecadora o la mujer ideal?
Todos tenemos, más o menos, noción de quien es Cleopatra. Cuando hablamos de ella, automáticamente, la asociamos a dos hombres que han conquistado su corazón, César y Marco Antonio, y que cayeron a sus pies al primer vistazo.
Si hablamos de romanos, ya podemos adivinar quien fuera la fuerza que durante años intentó hacer frente a la joven reina – la gran Roma. Juntamente con la presión que la civilización de “Las Siete Colinas” ejercía por toda la bacía del Mediterráneo, Cleopatra enfrentó periodos muy conturbados, de grande agitación social y política. Pero ni esto la dejó sin ganas de mantenerse firme en el trono egipcio.
Cleopatra fue un símbolo de determinación y valentía, una monarca que ha alcanzado la inmortalidad. Fue una flor híbrida de dos culturas, la egipcia y la helénica, ha enfrentado el poder romano con agilidad en su espíritu y elegancia en su cuerpo (Wertheimer, 1964).
Pero, en la realidad, ¿qué representa Cleopatra? Cleopatra es el pulsar de la libertad e independencia, es la femme fatale de la Antigüedad. En una perspectiva romántica, es una leona que domina y seduce solamente con la mirada. Surge siempre como una irresistible seductora y maestra de las artes eróticas. Dante la describe como una “pecadora carnal”. Shakespeare como una exótica reina oriental. Giovanni Bocaccio como “la prostituta de los reyes orientales”.
Cleopatra encaja perfectamente en el arquetipo de la guerrera, de la mujer independiente, que con coraje, persistencia y bravura lucha por su país y no baja los brazos delante de cualquier presión extranjera. Al mismo tiempo, es el arquetipo de la mujer salvaje, una rebelde que ha mostrado al mundo su fuerza y voracidad, que camina plena, llena de vida, consciente de su territorio.
Una vez, en la serie Sex and the City, el personaje Carrie Bradshaw ha dicho: “Quizás algunas mujeres no nacieron para ser domadas. Tal vez solo necesitan de ser libres hasta que encuentren a alguien tan salvaje cuanto ellas”. ¿Sería el caso de Cleopatra?
Artículo: Cláudia Barros
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